Según las últimas cifras entregadas por algunos organismos gubernamentales (INE, por ejemplo), en Chile hay aproximadamente 4,5 millones de automóviles, es decir, un auto por cada 4 habitantes.

No es de extrañar, entonces, que realidades como contaminación ambiental y congestión vehicular sean una realidad habitual en la mayor parte de las ciudades del país. Sus planos reguladores, que por cierto aparecieron tardíamente, no contemplaron la infraestructura vial necesaria. De esta manera calles estrechas en vez de grandes avenidas fueron y son hasta ahora la fisonomía de una estructura urbana que no es capaz de responder adecuadamente a las nuevas exigencias del siglo XXI.

Afortunadamente, poco a poco, muchos chilenos y chilenas han reaccionado y han tomado la bicicleta como una nueva opción frente a la problemática del transporte urbano actual. De hecho Chile ocupa el primer lugar en el uso masivo y cotidiano de la bicicleta a nivel latinoamericano. De esta manera podemos asegurar que solo en la ciudad de Santiago se realizan 1.100.000 viajes diarios en este medio de transporte, lo que enciende luces de esperanzas para comenzar a superar parte de los problemas anteriormente enunciados.

Algunos alumnos de nuestro Colegio no están ajenos a esta realidad y ya vemos como todos los días algunos de ellos llegan a nuestro establecimiento en su bicicleta. Nos referimos a Cristóbal Ordoñez Pérez (segundo año medio “a”) y Monserat Borgeaud Borgeaud (primer año medio b), quienes prácticamente todas las mañanas llegan muy animosos, con energía y curiosamente a veces más temprano y con menos frío que muchos de sus compañeros que llevan en sus calefaccionados automóviles.

“Es un medio de transporte versátil y amigable con el medio ambiente, por eso la prefiero, cada vez que puedo, al automóvil”. “Me siento bien en ella. No solo me trasladó sino también hago ejercicio, algo que me gusta mucho”. Estas fueron algunas de las expresiones con que Monserrat y Cristóbal se refirieron a la su querida bicicleta.

Interrogados sobre sus experiencias personales, Monserrat expresó: “Yo recorro aproximadamente 1,5 kilómetros y creo que faltan ciclo vías y educación vial tanto para peatones, ciclistas y automovilistas pues, en ocasiones la agresividad, viene de ambos lados.” Cristóbal se sumó a estos comentarios señalando que “para practicar este deporte solo falta abrigarse bien, equipar responsablemente la bicicleta (luces, chaleco reflectante, etc.) y no andar como loco por las calles”.

Indudablemente estos dos compañeros son un ejemplo que debemos imitar pues el mundo y nuestro organismo nos pide a gritos que debemos hacer algo por el medio ambiente y por nuestra salud, y el ciclismo es una nueva y buena alternativa para empezar a cambiar parte de nuestras anquilosadas y sedentarias costumbres.