En el artículo anterior vimos cómo influyen en el mundo las personas proactivas y de qué manera se podría multiplicar esta actitud de vida desde la infancia.
Pero para llegar a estos resultados necesitamos un ingrediente vital. Es una palabra que engloba un comportamiento activo, donde la confianza en uno mismo es fundamental.
Me refiero a la autonomía, esa palabra que tantas veces he repetido a los padres en entrevistas y reuniones. La autonomía es mejor que una asistente de aula, la autonomía es la mejor herramienta para la vida. Y cuando hablo de autonomía, hablo de esa capacidad maravillosa de autodirigirse y autorregularse, para tomar la decisión más acertada en el momento oportuno y todo esto sin depender de otros. ¡Qué lindo suena!
Pero para lograr ser un ser autónomo debo haber aprendido antes a ser responsable y honesto.
Debo haber adquirido una estructura que me dé seguridad y orden. (Un niño no puede ser completamente autónomo en un clima de caos y anarquía, puesto que eso genera ansiedad y miedo. Y las acciones basadas en esas emociones no son comandadas por la racionalidad)
En esta misión las rutinas sirven de mucho, porque ayudan a cambiar el foco de mi atención a lo más profundo y relevante.
Entonces, sinteticemos:
La autonomía se desarrolla en un clima positivo, de seguridad y confianza y es el resultado de un trabajo a largo plazo relacionado con valores importantísimos como lo son la honestidad y responsabilidad.
No olvidemos que esa confianza debe ser bidireccional, es decir, del niño hacia el adulto y viceversa: DEL ADULTO HACIA EL NIÑO. Esto quiere decir que como profesor debo confiar en las capacidades de mis alumnos y en el trabajo hecho por mí al momento de entregarle las estrategias, conocimientos y herramientas para lograr esa autonomía.
El profesor debe permitir de vez en cuando que el niño tome decisiones, que decida con qué color escribir, por donde partir con las actividades, que elija el próximo libro que quiere leer, que defienda su punto de vista, que elija el camino para llegar al resultado esperado y que se equivoque.
El profesor debe aceptar que su control es parcial, que no es imprescindible y estar abierto a obtener resultados muy distintos de los que imaginó, que no por eso van a estar erróneos.
En la medida que el profesor entienda que su rol no es de controlador aéreo, sino más bien de facilitador de estrategias y técnicas, el trabajo de éste se descongestionará y fluirá en dirección a la autonomía.
Si yo como profesor dejo de ser el protagonista de eternos monólogos e interminables actividades de tipo convergente y busco generar un pensamiento divergente y reflexivo, enfocado en la innovación, la iniciativa y la solución de los problemas, tendremos por añadidura alumnos mucho más seguros de sí mismo y más autónomos, que más adelante podrán ejercer su libertad con respeto y en armonía con el entorno.
Pero la autonomía no nace de manera espontánea, se practica, se profesa y se ejerce en la medida que el medio lo permita.
Por eso cuando ustedes busquen una actividad en donde el niño deba optar, deba resolver y ponerle el sello propio, estarán preparándolos para la autonomía.
Sin embargo, debo aclarar que ser autónomo no significa que el niño haga lo que él quiera. No, señores, porque la autonomía está ligada a la autodisciplina y la autorresponsabilidad, por lo tanto se ejerce dentro de los límites que me da el sistema, como parte de la normas y convenciones sociales desarrolladas en la institución y bajo un estricto clima de respeto y tolerancia.
Por esta razón, ser autónomo engloba tantos valores y conductas positivas. La autonomía no es sino la construcción de una actitud de vida que se aleja de la codependencia y de la simbiosis afectiva.
La autonomía se debe dar desde lo concreto hasta lo emocional y espiritual, para que cada ser humano pueda pensar libre e independientemente de las amenazas y riesgos que existen en este mundo.
Una persona autónoma no se dejará influenciar de buenas a primeras por el más charlatán, el más bravucón o más llamativo.
Un ser autónomo actuará bajo sus convicciones y seguirá a aquello que le resulte más significativo y adecuado para él en ese momento.
Y luego de tanta palabrería quiero contarles que no importa la edad: la autonomía se puede comenzar a desarrollar en el minuto en que el niño haya adquirido una habilidad específica. Por lo tanto, alumnos hábiles son potenciales seres autónomos.
Entonces, como profesor debo trabajar en función de la adquisición de estas habilidades. Si el alumno sabe escribir, ya puede hacer una lista de cosas que puede hacer y chequear que se hagan. Si el alumno aprendió a leer, podrá leer instrucciones escritas. Si el alumno tiene la capacidad de sostener un plato en una mano y un paño en la otra, podrá aprender a secar la loza. Si un niño ya sabe caminar, podrá ir él a buscar sus juguetes y cuadernos (no la nana ni la madre y menos la abuela)… es más simple de lo que creían… y continúo: si yo le enseño al niño cómo se corrige algo, éste podrá hacerlo, aun cuando al principio cometa errores…
Como ven volvemos a los inicios, cuando hablábamos de lo importante que es permitirle al niño probar sus propias estrategias y aceptar que en este proceso habrá frustración, habrá incertidumbre, pero además habrá , de seguro, aprendizaje significativo y no existirá “el trauma” o esos miedos injustificados a no ser perfectos, únicos y los más importantes. Esto se dará porque habrán aprendido a ceder, a corregir, a actuar y analizar su conducta, a dudar y a tropezar.
Pero si yo como adulto, le hago caso a mi “instinto maternal exacerbado” todo el tiempo, seguiré teniendo “bebés” en vez de niños y no les permitiré crecer y desarrollarse como personas.
La autonomía produce niños seguros y los prepara para enfrentar cualquier tipo de dificultad, los prepara para prescindir de nosotros, los adultos, cuando ya no podamos darles toda nuestra ayuda y eso es un gran legado.
Ahora, si lo extrapolamos a nuestro tema inicial… una reforma educacional eficiente debiera considerar este tema como prioridad. Preparar niños flexibles mental y emocionalmente para adaptarse a las circunstancias que se presenten, debiera ser primordial. El desarrollo de habilidades y entrega de herramientas técnicas, estratégicas y de ejecución, debiera ser nuestro foco. Los conocimientos son claramente importantes, pero no fundamentales. Las habilidades son el atajo, el camino más corto, hacia los conocimientos.
Si el profesor es el portador y reproductor de conocimientos es un valor agregado valioso, porque será una fuente directa de información para sus alumnos. Sin embargo, si les enseñamos a nuestros niños a buscar la información adecuada, a analizarla, procesarla y hacer algo útil con ella de manera independiente, habremos logrado enseñar realmente.
No seamos tan egocentristas y evitemos centrar el proceso de enseñanza – aprendizaje en nosotros, solo porque nos gusta que nos necesiten, porque nos gusta ser los que tenemos la razón, porque nos gusta saber más que nuestros alumnos o hijos , porque nos aterra perder el control … lo que sucede es que padres y profesores con esa mentalidad tienden a opacar a sus hijos o alumnos inconscientemente y tienden a tener alumnos convencidos que el profesor es un ser inalcanzable, una pseudodeidad fuera de su alcance.
Enfrentemos este desafío y atrevámonos a ceder, a permitir el “free style” del aprendizaje, y empezarán a ver que la motivación cambiará y los niños se irán haciendo realmente responsables de su actuar y de su proceso, en resumen, de sus vidas.
Lo dice una profesora que está feliz de haberse atrevido y ha visto los frutos de un cambio de enfoque, que dejó de ser la controladora aérea y les ha enseñado en cierto modo a “volar responsablemente” en el mundo de los conocimientos.

excelente reflexión y la comparto plenamente. Trabajo en equipo, pero la educación parte de la casa. Gracias por vuestro apoyo constante en el aprendizaje de valores. Saludos.
Gracias por tu comentario. Es muy gratificante saber que somos más los que reflexionamos al respecto. Espero sigamos compartiendo ideas, valores y experiencias. Todo sea por nuestros niños.