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INTELIGENCIA EMOCIONAL

Las emociones son inherentes al ser humano y juegan un papel fundamental en nuestro día a día. Su base neurobiológica se encuentra en una zona de nuestro cerebro denominada Sistema Límbico, cuya red neuronal está a cargo de gestionar las respuestas emocionales y el comportamiento.

Las emociones influyen en todo lo que hacemos; lo que pensamos, lo que percibimos, como reaccionamos y como nos relacionamos, por lo tanto, nutrir esta área de nuestra vida desde la gestación resulta trascendental, dado que de esto dependerá nuestro bienestar físico y mental a medida que crecemos y debemos enfrentarnos a la vida con sus diferentes desafíos y vaivenes.

Con el paso del tiempo ha cobrado mayor fuerza la importancia de las emociones en el aprendizaje formal y no formal, puesto que la experiencia ha demostrado que no resulta sano ni funcional, tener estudiantes que memoricen información, pero no logren distinguir sus estados de ánimo, cómo canalizarlos y cómo resolver situaciones simples del día a día.

Daniel Goleman, psicólogo, periodista y escritor estadunidense fue el primer divulgador sobre este tema y actualmente es conocido por su teoría sobre la “Inteligencia Emocional”, propone 5 componentes claves para el desarrollo de esta habilidad:

Es así, como nuestra capacidad de aprendizaje, nuestra adaptabilidad al entorno y nuestra percepción del mundo, es regulada por esta habilidad que no se encuentra explicita o en forma de asignatura en nuestro currículum nacional, y, que a nivel sociofamiliar se encuentra (en algunos casos) escasamente concientizada. Por lo que, el compromiso de todos y todas debe ser fomentar el desarrollo de la Inteligencia Emocional como una herramienta para el conocimiento y el bienestar, puesto que eso permitirá mejorar los procesos formativos y reducir las problemáticas de salud mental que nos aquejan como país.

Sí, no es una tarea fácil ni de corto plazo, pero posible con voluntad de cambio.

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